John Miers (1789-1879) – Botánico e ingeniero inglés, en su
obra Viaje al Plata (1819-1824):
“A causa de haberme despertado momentos antes de que aclarara, pude presenciar una curiosa y pintoresca escena. Parte de la familia se había levantado, y luego de encender fuego
debajo del triángulo se habían apiñado a su alrededor tantos cuantos cabían;
algunos estaban sentados sobre pequeños trozos de madera; otros sobre sus talones, con las rodillas tocándoles el rostro; las llamas arrojaban una luz intensa que, al contrastar con la densa sombra del fondo destacaban al grupo, sus rústicos trajes y extrañas posturas; el efecto era raro e interesante. El Matecito hacía la rueda de mano en mano, y por el largo tubo de lata cada uno tomaba a su
turno un sorbo de infusión de yerba del matecito o calabaza. El conjunto de la escena y las
circunstancias del momento me llevaron a imaginar que estábamos vivaqueando entre los indios, o entre algunos salvajes, parias de la sociedad. Me levanté y me uní al grupo. Todos se
apresuraron a hacerme lugar. Sin decir una palabra se preparó un
matecito nuevo. Un viejo arrojó las hojas que estaban utilizando y
sacó de debajo del cuero, sobre el cual estaba sentado, una piel de cabrito con las patas y la cola anudadas formando un saco; allí guardaba su provisión de yerba. Tomó
un puñadito de yerba, lo puso dentro de la calabaza, y la llenó con agua que
hervía en un recipiente de cobre, el cual constituye una parte esencial de los utensilios domésticos de cada gaucho. Entonces, introduciendo la bombilla, o tubo de lata lo revolvió, tomó un sorbo para asegurarse de su bondad, y me lo ofreció, tocando el ala de su sombrero en el momento en que yo lo recibía. He
sido un tanto prolijo en este relato al describir una costumbre que, sin
variaciones en cuanto a preparación, utensilios o maneras, puede observarse
entre ricos y pobres y es universal en estas regiones de Sudamérica. Esta gente nunca hesita en recibir en
su boca el tubo que pocos momentos antes estuvo en la de otro. En la
más pulida sociedad el mismo tubo pasa de uno a otro en idéntica forma”.
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ELOGIO AL MATE
de Álvaro Yunque |
Mate cordial y tibio,
al verte entre mis manos
me pareces un fruto de los bosques,
tu bombilla es el tallo.
Mate, no sé qué tienes, algo íntimo,
algo que pide confidencias.
Eso que buscan otros
en la copa de alcohol, en
ti se encuentra.
Silenciosos, en cada chupada te decimos
el humano dolor que nos
aqueja,
tú al final nos respondes con rezongos de viejo,
y con esos rezongos nos consuelas.
Mate, eres, ante todo,
por sobre todo, un símbolo:
símbolo eres de hermandad humana,
tú que haces
casi gauchos a los gringos.
Mate, eres un vehículo de paz
y fuente de amor es tu tibio
cuenco aquí, sabroso mate,
por estos poliglotas, babélicos y únicos
conventillos de Buenos Aires.
Mate de Juan Moreira,
hermano del facón y la guitarra,
hoy te toman los hijos de Cocoliche y eres
por ellos el hermano del martillo y la pala.
Mate sabroso y puro, tú le brindas
voluntad, brío y fuerzas
a españoles o
turcos, italianos o
hebreos,
que en el taller o en campo se doblan en
la brega.
¡Sucia, áspera, terrible!
Que, simpáticamente, llaman: “Hacer la América”.
Mate:
Me llego a ti puestos los labios
como para besarte.