jueves, 14 de noviembre de 2013

No te pierdas de Nada

cada paso una historia

El camino de tierra que separa la ruta 7 del pueblo nos va introduciendo en un clima de ensueño, ése de los pueblos que se quedaron en el tiempo luego de haber sido pujantes y tenido un ferrocarril que los conectaba con el mundo. Recorrer los 140 kilómetros que lo separan de Buenos Aires sirve, también, para entender a los personajes acodados en los bares de antaño o a la señora que resiste con sus pastas en la antigua estación de tren, hoy convertida en restaurante de campo.  En la plaza San Martín, las sillas pintadas de celeste y los troncos de los árboles de blanco nos recuerdan los colores de esta otra Argentina al mismo tiempo que custodian los antiguos juegos que aún hoy utilizan los chicos, frente a la capilla.

Con la tierra que vuela como en una película del Lejano Oeste, Gouin guarda con recelo las memorias de lo que un día fue, y nos ofrece al mismo tiempo un sin fin de actividades y atractivos que podemos disfrutar mientras nos internamos cada vez más en la identidad de nuestro pueblito, de nuestra argentina.


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